DE TRIPAS CORAZÓN

Texto curatorial de Gris Arvelaez

Abril de 2022


Existe una virtud propicia cuando se quiere bordar el alma: el de la templanza. O, por lo menos, eso me parece que se necesita cuando se quiere construir un lenguaje plástico como el que la artista española-mexicana, Mercedes Bautista, ha creado. De allí mi fuerte deseo, y detrás de él, la razón en presentarles su imaginario plástico.

Esa templanza aparece como sensación en quienes ejercemos de espectadores. Y es también una palabra que surge en mi cerebro cada vez que analizo su obra. Por supuesto, ha llegado también en estos momentos, al estar escribiendo estas líneas. Echemos un vistazo a Calladita te ves más bonita porque esa virtud cardinal, esa cualidad que muchos añoran para sí, efectivamente actúa en su obra como una denuncia del exceso, del caos y de la destrucción. Aquí vemos una Instalación integrada por un huipil de Guerrero, con 7 tondos bordados y pintados al óleo, de diferentes diámetros.

Para esta propuesta, Mercedes Bautista se inspiró en el trabajo de mujeres de la cultura ancestral maya buscando darles una voz distinta a la habitual. Si tomamos en cuenta que gran parte del mundo occidental cuando voltea a ver a estas mujeres es bajo la mirada del exotismo, acá el huipil con la frase bordada “calladita te ves más bonita” viene a simbolizarnos ese silencio que ellas viven y al que se ven sometidas.

Este mensaje se potencia cuando vemos que los 7 tondos que lo rodean tienen bordadas imágenes simbólicas de vaginas e, incluso, uno aludiendo a la Vírgen María. Todo en atención a la abnegación, silencio e invisibilización de las mujeres en la sociedad heteropatriarcal.

Si regresamos a hablar del lenguaje plástico de esta artífice, quien se autodefine como “artista visual que escribe”, notamos que su estética se puede asociar a la justa moderación y al saber decir las cosas: un don que -en muchos casos- se consigue solo con la madurez, tanto el de la artista como el de la obra en sí misma.

Todo esto va aconteciendo en simultáneo con la denuncia de los distintos tipos de violencias producto de las estructuras de poder propias de esta cultura heteronormativa y patriarcal que vivimos en América Latina.

Así pues, este trabajo plástico se enviste como una invitación a la reflexión de los problemas de género, en el cual descansan más de 30 años de carrera. Más de tres décadas de reflexión, de análisis crítico y de producción: este espacio temporal me invita a viajar en el tiempo y percibir a una Mercedes creadora interesada en temáticas de géneros, dentro de escenarios en los cuales esas problemáticas eran incipientes, tanto en España como en América Latina; siendo estos sus espacios de trabajo y de vida.

¡Habrá sido una tarea difícil!

¡Un trabajo más de inspiración y de esperanza por cambiar el mundo, quizás!

Pues hoy vemos sus frutos. Una trinchera armada con una propuesta de lenguaje concreto, maduro y elaborado, que no se limita ante los formatos pues combina arte objeto, poesía visual, cerámica, pintura, fotografía, video-instalaciones y arte textil.

Allí pues alude a las mujeres a través de los objetos como reflejos de sus pasos, por eso veremos pasar temáticas diversas pero asociadas a la visibilización de lo femenino, abordando desde linajes hasta sentimientos como en es el caso de Altar de semillas vulva.

Mercedes vive el arte y sana a través de él. Además, reconoce la función social que tiene. Reflexiona sobre cómo el lenguaje hegemónico y heteropatriarcal nos construye de manera que asimilamos como “normales” las violencias simbólicas que nos habitan.

Para mi, la propuesta estética de esta artífice formada en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, opera desde lo escondido, como en De tripas corazón cuyo rostro del personaje (ella misma), evoca el silencio femenino, una palabra que tímidamente quiere salir, pero que las madejas lo impiden. En la composición vemos que sujeta entre sus manos un corazón formado por el trenzado de una cinta bordada que reza “de tripas corazón”. Una frase resignada, velada en penumbra, que más de una hemos pronunciado alguna vez en la vida para referirnos a tener que hacer los mayores esfuerzos posibles, a veces inhumanos, anti-emocionales, para llevar a cabo aquello que no nos hace felices. O para no darle rienda suelta a aquello que nos duele. Muchas mujeres hacen de tripas corazón para seguir viviendo, dando su mejor rostro, mientras en sus casas viven distintos tipos de violencias, por mencionar un ejemplo.

En esta iconografía, el corazón se sitúa al centro y está siendo entregado por un cuerpo cubierto, cuyos ropajes negros enlutan la acción. Es una entrega de la emoción, con todas las penas a cuestas y sin ninguna gloria.

Mercedes es una mujer empática, feminista y sorora. Esto no lo asegura ella, lo digo yo porque la conocí siendo alumna de mi curso en Cultura visual y géneros y, además, con el correr de las conversaciones alrededor de lo que compete a Una galería propia, he visto cómo piensa.

Su biografía lo comenta en sí misma; también lo subraya: pertenece al colectivo “Las ignífugas” que realizan arte colaborativo desde una perspectiva de género y ha participado en numerosas exposiciones en México y fuera de este país, muchas versadas en temáticas de géneros. Por lo cual su obra sí que tiene de autorreferencial, pero también quiere aludir a esas voces y rostros de mujeres que en esa afrenta por manifestar el ser, terminan entregando el corazón al otro sin miramientos, haciendo de tripas corazón, es decir, con abnegación y sacrificio. Incluso como acto performativo, lo interpreta porque supone una veracidad, un deber ser, una normativización del silencio y de su censura.

Su discurso no busca hacer una oda a esa abnegación femenina, tan abanderada por nuestras abuelitas y algunas de nuestras madres latinoamericanas, sino que implica la visibilización desde lo recóndito del lenguaje de las culturas milenarias, con énfasis, más recientemente en la maya.

La abnegación implica el tirarse al suelo a esperar a que el otro te vea en ese proceso de largo camino de complacer, y ese proceso se refleja en el arte objeto que sujeta el personaje. Una conducta que, dicho sea de paso, históricamente ha sido trabajada, codificada, e impartida bajo la frase-consejo: “calladita te ves más bonita”. Como mencioné antes, el discurso escrito y visual son la base de su arte. Que vienen siendo campos de acción para que explote bien sea en enunciados visuales teñidos de ironía, sarcasmo, tragedia o por verdad.

Esto no es el balde, cada propuesta de Mercedes parte de un análisis, una inspiración pero también de un largo pensar en la obra. Y es que ella vive haciendo arte, y explorándolo bien como mujer artista, bien como docente y tallerista, actualmente desde su lugar de residencia, Playa del Carmen, en México.

Esta artista madrileña no se casa con un material. Irrumpe los espacios de lo inesperado en el trabajo plástico mediante la indagación de las posibilidades del medio y es ahí cuando no tememos asegurar que estamos ante una obra de poesía visual.

A mi parecer estamos ante una de las propuestas estéticas más elocuentes y hoy no descubiertas del todo para el mundo cultural iberoamericano.